domingo, 10 de enero de 2010

Vida eterna


Viva Dios que nunca muere, y si muere resucita, dice el cantar, viva la mujer que tiene un amante jesuita, remata la pulla. Quedémonos, por un momento, en esa primera exaltación de corte teológico, sin hacer con ello desmerecer las virtudes y atributos, teológicos o no, que puedan lucir el amante clérigo y su atrevida amiga. Porque frente a ese tosco dogmatismo del primer 'viva', cobrará más valor el segundo envite, ese regocijante contrapunto que retrata nuestro acicate vital. Con la teología de fondo, acaso parezca excesivo todo ese festejo de conductas disolutas, que algunos querrían mantener a prudencial distancia de la divinidad. Pero no veo incongruencia en que, si festejamos la larga vida divina, lo hagamos también con ese eterno instante, tan nuestro, de festivo 'folgar'.

La mujer de Putifar, Liber chronicarum (1473)
Quizá en ese marco la prudencia habría aconsejado una celebración de la vida un poco menos explícita, y más cuando es Dios quien nos contempla, sin podernos emular. A Dios gracias, dicen los mustios, la intensa aventura vivida por el clérigo no es de dominio general. Incluso puede que sean más los que prefieren un ritual de encuentro con la vida más apagado y menos temerario, llegando en algunos casos a preferir un enfoque de la procreación rigurosamente cuaresmal. Con ese control de la euforia creen beneficiarse de algún plus ultra divino, con el que conseguirán estirar su mortecino ciclo vital a perpetuidad. Bajo ese régimen, se les promete una vida casi eterna, más o menos a imagen de la que Dios disfruta. Un argumento que resulta teológicamente sugerente pensando en eternidades, pero vagamente concluyente para quienes se sienten extraños lejos de lo concreto y actual. Para ellos esa prometida proyección del aliento ab itineribus aeternitatis sólo puede cuajar si es entendida como una multiplicación de presentes, nunca como aplazamiento sine die de cualquier beneficio sensorial, sea éste modesto, fugaz o carnal. Cualquier otro entendimiento de la vida se les hace raro, y ven en él una sórdida amenaza a todo encuentro bien traído de los cuerpos y, desde luego, un definitivo atentado a la química animal y también a la vegetal, quedando por discutirse los tintineos y afinidades del impenetrable mundo mineral.

No hay comentarios: