lunes, 1 de febrero de 2010

Privacidad y publicidad


La muerte de Salinger nos trae la recuerdo aquella declaración donde afirmaba «Hay una paz maravillosa en el hecho de no publicar. Editar es una terrible invasión de mi privacidad». Su renuncia pública fue tan notoria y singular, que debería ser señalada como colofón imprescindible de la obra editada y añadida como razón de peso para inscribirlo en la reciente historia de las letras. Lo dijo en una entrevista a The New York Times en 1974. Le pedían que rompiera su silencio literario que duraba desde 1965. En alguien tan aclamado la confesión suena veraz, por lo que tiene de innecesaria. En otro quizá fuera un subterfugio con el que disimular sus flaquezas literarias. Pero en los tiempos que corren, con Internet como canal de publicación de vocación universal y permanentemente abierto, son palabras que por lo menos invitan a la reflexión. Nos hemos acostumbrado a ver al que escribe con sus palabras prendidas al pecho como el que luce medallas por su raro virtuosismo. Que alguien —aunque para él rigieran tiempos menos virtuales— decida enmudecer y continuar escribiendo para sí, confirma un modo de entender la escritura bastante distinto. Realmente, más allá de lo que uno hace para sí comienzan las dudas y nadie sabe decir a qué viene lo de fijar por escrito y publicar la propia memoria, ni siquiera si es necesaria. Tampoco fabular para sí mismo está exento de peligros. Sin embargo, es probable que el desapego a la memoria publicable nos mantenga más próximos a la continuidad de las emociones. Convertidas en un hilo, uno se hace a administrarlas y a restringir celosamente su ámbito (o simplemente a negarlo), como si conducirlas fuera el único modo de conducirse a sí mismo sin perderse y sin perderlas. Por ahí veo la respuesta de Salinger. Es sintomática esa alusión a la privacidad como cocina mayor, pero también única, de la expresión escrita. Y la denuncia de la persistente gravidez del lenguaje, de esa memoria compartida, con su terrible carga de publicidad, sobre nuestras emociones más íntimas.

No hay comentarios: