jueves, 22 de julio de 2010

Nueva crónica del regicidio


Hyacinthe Rigaud, Louis XIV (1701), Detalle
Musée du Louvre, Paris

Por principio divino, lo que el rey dominaba acababa yaciendo a sus pies. Imposible, pues, dominarse. Sería tanto como decapitarse, como echar pie y buscar apoyo en su propia cabeza. Su política de gobierno fue la de dejarse llevar bien montado a lomos de sus abnegados siervos, nunca vio modo de gobernarse. La razón pública resolvió entonces, con sano pero despiadado criterio, facilitarle su tránsito a otras posesiones. Todo se redujo a desmocharlo como a un fantoche y a sentarlo sobre su cabeza, para ver si de ese modo incubaba dominios en algún futuro. Y allí quedó plantado, como una estatua, con aspecto deponente o ausente, según la iluminación del día. No sabemos qué pasó allá donde se mudó, aquí su dominio y su gobierno se esfumaron. Sólo subrayar que la calle entendió como un giro razonable que se dejara de gobernar con los pies para usarse por primera vez la cabeza.

No hay comentarios: