martes, 21 de septiembre de 2010

Géneros caducos


Busto de Fontenelle
por E.Lemoyne
Como secretario perpetuo de la Académie des sciences desde 1697 hasta 1740, Bernard Le Bovier de Fontenelle tuvo ocasión de escribir hasta 69 elogios fúnebres de personajes bastante diversos ligados a la institución, que hoy se presentan reunidos en un volumen de sus obras completas. Repasando la nómina, aparecen en ella matemáticos como Ozanam, Newton y Leibniz, filósofos como Malebranche, médicos como Littre e incluso el Zar de Rusia, Pedro I, en calidad de académico. Como es natural después de haber hecho oficio en ese género no faltan frases de compostura que el muerto haría bien en agradecer muy sinceramente. Si bien junto a esas, atentan otras a su buena memoria sin malicia alguna, lo que resulta aún más perverso. Al final esos dislates tienen la virtud de retratar al redactor sobre ese fondo gris que marca el tono general de sus elogios.

Un primer ejemplo de estos asomos del oficiante podría ser el de Jacques Ozanam, a quien en el trance de buscar esposa, le regala Fontenelle la siguiente entrada: «Era joven, bastante bien formado, bastante alegre, y aunque matemático, le vinieron a buscar aventuras de galanteo». Caso distinto es el de Isaac Newton. En la larga y monocorde exposición que le dedica, apenas hay ocasión entre tanto logro para el sobresalto, salvo en el avieso párrafo final, con el que se apostilla que «deja en bienes muebles alrededor de 32.000 libras esterlinas», y aún añade «setecientas mil libras de nuestra moneda». Con Alexis Littre, acaso por ser médico, adopta tintes sombríos la descripción de su declive senil. Pretendiendo elogiar su fidelidad a la Academia, lo muestra apagado, ido, aunque asiduo a su sillón en todas las sesiones. Tan silencioso lo presenta, que lo convierte en acusmático al decir «parecía un discípulo de Pitágoras».

Tampoco es extraño que estos elogios hayan merecido elogios. El carácter distante del autor, su tono comedido, su aseada presentación convierten estas semblanzas en inofensivos juicios finales y a Fontenelle en un amable Caronte. Para otros, sin embargo, las mortajas que maneja son de tan escasa vivacidad que empiezan a ser hediondas apenas colocadas. Como sin brillo es difícil soportar este género funerario, los académicos han reconvertido al elogiador nombrándolo adelantado promotor de la historia de las ciencias.


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