lunes, 8 de noviembre de 2010

El juego a cuatro


Hasta Aristóteles es capaz de darnos alegrías. A pesar de que su estilo es casi siempre gris, árido y prolijo, nunca le vemos rehuir los temas. Y cuando entra, ofrece un punto de vista que marca la estimación de su época. En su Poética progresa con su acostumbrada lentitud, cargando con toda su impedimenta filosófica y apurando en cada caso, con ayuda de géneros y especies, variantes para su catálogo. ¿Y la alegría? Algo de alegría -siempre al modo aristotélico- llega al tocar las metáforas, y más en concreto las que se obtienen por analogía.

La analogía es presentada como una relación en que «el segundo término es al primero como el cuarto es al tercero». Se dice, por ejemplo, que «Dionisio es a la copa lo que Ares es al escudo» o que «la vejez es a la vida como la tarde es al día». Estamos ante un juego comparativo de cuatro términos que recuerda, si no está inspirado, en la idea de semejanza geométrica. Recordemos que con ella la relación que mantienen dos magnitudes, la llamada razón o logos, se reproduce a otra escala o en otro contexto. A la igualdad de estas razones se le llama obligadamente analogía, aunque en el caso geométrico y numérico ha trascendido con el nombre de proporción.
En este asunto, como en muchos otros, la inspiración parece pitagórica. No contamos con una definición de proporción numérica anterior a Aristóteles, pero tenemos los Elementos de Euclides, donde probablemente se conserva. Allí los números son proporcionales «cuando el primero es el mismo múltiplo, o la misma parte, o las mismas partes, del segundo que el tercero del cuarto». Cualquiera ve que existe una analogía, de orden superior, entre nociones aritméticas como la proporcionalidad y poéticas como la metáfora, nociones que encuentran además reflejo visual en la semejanza geométrica.

Lo mejor del juego a cuatro es que da para combinaciones diversas. Y si con los números crea toda un álgebra, con las metáforas analógicas sugiere toda una poética. Aristóteles abre tímidamente el juego partiendo del primer ejemplo. Con simples transposiciones de términos aparecen metáforas que ven la copa como el escudo de Dionisio, mientras que el escudo sería la copa de Ares. El juego no es nuevo para Aristóteles, que desarrolla una sofisticada y completa versión a tres en su silogística, pero aquí apenas explora el álgebra poética. Ni siquiera muestra el efecto metafórico de la permuta en la proporción de los medios. Siguiendo en su analogía esa regla, Dionisio sería a Ares como la copa es al escudo. La analogía de pertenencias inicial ha dado paso a una de oposiciones, lo que tiene su punto de novedad, por más que ese punto sea poéticamente discreto.


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