domingo, 12 de diciembre de 2010

Detrás del escudo


Escudo del emperador Tewodros II (s. XIX)
Tesoro de Maqdala (Etiopía)
Presentan el escudo como la más ajustada y sólida defensa personal, sin reparar en que, apostado tras él, el defensor se limita a esperar a ciegas ese embate que no llega, para acabar recibiendo por la espalda el golpe cruel. Algo parecido le sucede a quien interpone en su defensa a un testaferro bien pagado. Jamás quedará del todo a cubierto, ni de denuncias, que aparecerán cuando opte por eludirle el respaldo, ni del ridículo, que le envolverá cuando lo descubran agazapado tras él. Lo menos que puede decirse es que con ese afán de seguridad aumenta proporcionalmente nuestra ceguera. Nada nuevo, porque de siempre hemos sabido que acarrea riesgos contemplar el mundo tal cual es.

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