jueves, 28 de abril de 2011

El Perseo jaqués


Temible cabeza de la Peña Oroel © autor
A medida que uno desciende del Pirineo, y más si se dirige hacia levante, empieza a recibir noticias y a sentir poco a poco, al paso por las simas que se esconden bajo tremendos peñascos, el rastro sulfúreo de fogosos dragones. En algunos lugares el divertido peregrino los encontrará a sus anchas, más o menos domesticados, festejando y vomitando fuego sobre las criaturas en carnavales y correcalles. En otros escuchará el relato del caballero que desafía al monstruo, ya sea en su versión céltica genuina o en otras más bendecidas, con San Jorge o San Miguel como paladines.

Hoy es el día en que me he asomado a uno de esos oscuros abismos. Lo regenta hoy una virgen, que denominan de la cueva, y que supongo actual dueña de la estancia que antes habitó un horrible dragón. Me entero de que fue allí, bajo la gigantesca mole rocosa, donde el dragón Oroel fue sacrificado por un valeroso caballero jaqués. El cuento debe ser antiguo, porque de la virgen no se hace mención y son las brujas de la montaña las que le asisten en su empeño. Su consejo es que pula bien su escudo hasta que la imagen se refleje como en un espejo y que en el combate evite la mirada del espantoso dragón, porque quedaría hipnotizado. El final con el desalojo y muerte del dragón es bien sabido. Estoy convencido de que de caminar hacia levante iría encontrando historias parecidas. El cuento parece haber dado mucho de sí y de hecho sus iconos siguen presentes en los museos e iglesias aragonesas y catalanas. Pero el caso de la peña Oroel es un poco particular, al dejar ver un poco mejor la trama primera. Aunque en el escenario de la sima tenemos al héroe y el dragón, falta la virgen. Además hay dos elementos singulares: las brujas consejeras y el escudo.


Perseo de B. Cellini,
según dibujo de J. Rotherham.
A poco que se aten cabos, todo queda en un pálido reflejo de la aventura de Perseo, cuando noblemente se ofrece a traer como regalo nupcial al falsario Polidectes la cabeza de la gorgona Medusa. La impedimenta del bravo Perseo parece más completa. No sólo dispondrá del escudo pulimentado y de una hoz mortal, sino de unas sandalias aladas con las que huir, de un zurrón mágico en el que llevar la cabeza y de un yelmo que le hará invisible. El consejo que recibirá para su empresa es también más nutrido. Hermes le dará el arma y le instruirá en su manejo, Atenea aportará el escudo pulimentado y le encaminará a las ninfas estigias, las cuales custodian los otros tres objetos. Las similitudes saltan a la vista: si el escudo pulimentado vale contra la Medusa, valdrá contra el dragón; si las ninfas consejeras viven en la laguna Estigia, algo tendrían de sabias y brujas. Queda por encontrarle pareja al belicoso Hermes y por saber si se tomaría a blasfemia convertir en virgen y cristiana a la astuta Atenea.


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