viernes, 23 de abril de 2010

Lides turbias



Bastaría desplazar los focos o mejor desconectar las luces, desnudar a los figurantes para que obren en la sombra como fantasmas encelados y sobre todo lograr que la primera sangre salpique a los tendidos. Quizá entonces no soportáramos sin escándalo el sacrificio del joven arrogante y burlón frente a tanta furia acorralada. A cambio vemos a un chulo sin tapujos entrar armado en el redondel a zafarse a puñaladas de la atávica amenaza, en una sesión que sin tener nada de hipnótica se vende con un halo de sangrienta magia. Mejor sería para eso llevar las tribunas al matadero, donde el matarife no esconde su ventaja, oficia con destreza el descabello y acaba a la bestia con higiene y sin apuro.

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