lunes, 5 de abril de 2010

Retorno a Castrum Euclidis


Alguno de los recientes visitantes del Castrum me ha insistido en la posibilidad de procurar al público una guía que vaya un poco más allá de las líneas generales descritas en la anterior entrada y que detalle mejor su contenido y estancias. Con gusto intentaré atender esta petición, aunque no es fácil por dos razones: como la pátina, el valor histórico de los añadidos a las viejas teorías es algo que no se puede poner de relieve; por otro lado, la trama de algunas estancias podría resultar laberíntica para el que no está hecho a andar a oscuras. A reserva de estas cautelas, intentaré guiarme por los Elementos estructurales conservados por Euclides (que aparecen en números romanos), dando fe de los nombres de sus primeros promotores.




Si entramos por la puerta de la Geometría (1), el núcleo inicial parece encontrarse, no lejos de la estatua de Tales (2), en lo que ahora se conoce como el Museo de los pitagóricos (3). En el recinto de planta circular parece que se asentó un edificio en la primera época y en su exterior se honra también al maestro (4). Está decorado con muy notables teoremas entre los que destaca el que se conoce como teorema de Pitágoras, que Euclides acabó colocando en la estancia I D. Además adecentó y extendió este espacio llevando otros teoremas a estancias exclusivas de rectángulos (II), círculos (III) y polígonos (IV). De época similar sería lo que se llamó palacio de Arquitas (8), un notable entre los pitágoricos que plantó su teoría de las proporciones continuas, alejado del núcleo original y a imagen de las armonías musicales. Euclides le dio entrada por un espléndido vestíbulo (VII) y abrió en él una nueva y espaciosa puerta para la Aritmética (7), cerrando la que antes se dirigía al Museo (6). El palacio está hoy muy desfigurado, tanto por la escuela que a su lado levantó Teodoro de Cirene (10) como por la remodelación de Euclides, que lo convirtió en sus estancias VIII y IX. En el lado contrario se conservan, como ya dijimos, vestigios de Conica, el recinto de los astronómos. Ahí residió por algún tiempo Eudoxo de Cnido, cuyos intereses evolucionaron a la geometría, por lo que edificó en sus cercanías un palacio (15). El espacio que ocupaba viene a coincidir con la estancia XII, la dedicada a áreas y volúmenes, y con la sala XI, la de la geometría de los sólidos, que empalmaba prácticamente con el Museo.

Frente al Museo tenemos otra zona singular, aunque más reciente, justo al otro lado del gran patio, por entonces sin allanar y sin ningún provecho. En ella luce un conjunto arquitectónico formado por tres edificios que siguen cánones clásicos. Su disposición y su fábrica parecen de inspiración platónica. Sobre las ruinas de la vieja escuela de Teodoro (10), a la que Platón acudió, se eleva un templo circular dedicado a su discípulo Teeteto (11). Son también dignos de visitar el laberinto de los problemas y la Academia con su espléndido peristilo. En ella se formaron los geómetras de su tiempo, los que pasaban bajo el dintel con la leyenda “que no entre aquí quien no sepa geometría” . A su lado queda un jardín venido a menos, en el que aún se conservan las ruinas de Antifairesis (12), un pequeño recinto que antes se prolongaba casi hasta Conica (16). El lugar estuvo frecuentado por Eudoxo, que acometió en él profundas reformas. En un principio Antifairesis se dedicó a trabajos consistentes en la obtención de nuevos números por sustracciones sucesivas, por lo que siempre dependieron del cercano pozo inagotable (13), en el que el agua manaba como un continuo numérico. Abandonados por vanos todos estos esfuerzos, algunos instrumentos –en concreto el método de exhaución- fueron trasladados por Eudoxo a su propio palacio (15), para luego pasar por orden de Euclides a la amplia estancia XII. Junto a esos terrenos dispuso también un largo y cómodo paseo para las magnitudes inconmensurables (X), que además de cerrar el recinto general, alimentaba desde el pozo numérico las viejas teorías sobre irracionales de Teodoro y Teeteto.

Para ver desde dentro el Castrum en su conjunto, conviene detenerse en el centro del patio de las semejanzas (VI). En este lugar, enlosado con un rico repertorio de identidades geométricas, se cruzan los caminos que enlazan el dominio del viejo número, próximo al Museo de Pitágoras, con el dominio de las proporciones promovido por Arquitas y con el nuevo dominio de las magnitudes que compartieron Teodoro y Eudoxo tras el descubrimiento del pozo inagotable de los inconmensurables. Después de su fundación fue sin duda el hallazgo del agua numérica infinita lo que dotó al Castrum de total autonomía, pudiendo así convertirse en ese monumento memorable que aún nos vigila y protege desde su colina.

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