viernes, 11 de junio de 2010

Uno de los nuestros


Antichristo cayendo, Libro del Antichristo (Zaragoza, Hurus, 1496)
Biblioteca francesa - Guglielmo Libri - James Lenox - New York Public Library

El paso por la historia de algunos personajes ha quedado reducido a una única acción, a un gesto, que se proyecta hacia el pasado y el futuro dando una imagen, según sea el caso, de heroísmo o felonía perpetuos. Otros persistentes en su malicia continuada, con un gesto de inocente arrogancia, querrían desaparecer de la historia. El conde Guglielmo Libri (1803-69) se asoma a las enciclopedias primero como matemático, y después con el deshonroso título de ladrón, el más eminente en lo que a libros se refiere. Dicen que fue su celo investigador el que le llevó a ir haciendo acopio de una ingente cantidad de manuscritos y otros originales con los que fue dando forma a su monumental Histoire des sciences mathématiques en Italie, depuis la renaissance des lettres jusqu'à la fin du dix-septième siècle (1840).

Sin embargo, no fue a cuenta de esos documentos, entre los que se contaban por cierto obras de Galileo, Kepler y Copérnico, por lo que fue descubierto. Esa primera colección procedía en gran medida de bibliotecas italianas, y muy especialmente de la Biblioteca Medicea Laurenziana de su Florencia natal. Puede que el préstamo a largo plazo se convirtiera con el tiempo en afición cleptómana, pero nunca se reservó sino que hizo de ella pública ostentación. De ahí a la oferta del producto poco quedaba. Parece que fue la liquidación en 1847 de algunos de esos ejemplares la que le animó a explorar el negocio y a abastecer el ávido mercado inglés, de natural pragmático y poco escrupuloso en cuanto al origen de unos bienes sobre los que extendía sin reparo y con cinismo soberano el manto protector de su imperio e instituciones, así fueran robados o no.

De hecho, todo había comenzado mucho antes. En 1833 llega a Paris, es acogido por un influyente círculo matemático en calidad de exiliado político y poco después adquiere la ciudadanía francesa. La entrada como reputado matemático en la Académie des sciences le dio posterior acceso al Institut de France, de donde pasó a convertirse con el gobierno de Luis Felipe en responsable de la catalogación de los documentos guardados en las bibliotecas francesas como Inspector general. Esto supuso un impulso definitivo para su carrera como depredador de bibliotecas. Las sospechas sobre sus comercios ocultos fueron aumentando en la medida en que se difundían sus ofertas. Entre otras anécdotas se cita la oferta a Merimée de un Pentateuco miniado del siglo VII, que éste había contemplado unos meses antes en Tours, si bien nunca lo acusó por ello. Todo se precipitó con la revolución liberal de 1848. Al saber Libri que las acusaciones contra él eran firmes, huyó a Inglaterra, a donde se trasladó con un cargamento de unos 30.000 libros y manuscritos.

Con la asistencia y apoyo iniciales de Antonio Panizzi, entonces director de la Biblioteca del Museo Británico, comienza una regalada vida de rentista gracias a la paulatina subasta de la fabulosa colección de libros robados. De ella se fueron abasteciendo las sociedades científicas, universidades y particulares ingleses, que se fueron acercando al conde para ir completando y engalanando sus respectivas colecciones. Con los años, parte de los fondos robados se fueron devolviendo a las instituciones saqueadas, pero el destino llevó el rastro del delito a lugares insospechados. El último caso es el de una carta de Descartes de 1641 en la que da cuenta a Mersenne de algunas ideas sobre las Meditaciones metafísicas. Originalmente depositada en el Institut de France, había acabado en el Haverford College de Pensilvania, que ha tenido a bien devolverla en febrero pasado.

Posdata: Existe también un breve y curioso relato de Arthur Sackville-Marchmain centrado en el personaje y su entorno, disponible en
http://malarrama.blogspot.com/2009/04/el-conde-libri.html


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