jueves, 28 de octubre de 2010

El clásico truco



En una conferencia pronunciada en 1900 bajo el premonitorio título de La desaparición de la literatura, Mark Twain apuntaba con ironía que las obras clásicas son «algo que todo el mundo quiere haber leído y nadie quiere leer». Acuñada como definición de clásico, la cita ha pasado a ser a su vez clásica. El tiempo, siempre al acecho, va interponiendo enmiendas a medida que nuestra idea de lo clásico evoluciona. Hace bien poco el poeta y músico escocés Don Paterson corregía a Twain, viendo en el clásico «un libro que puedes evitar tranquilamente leer, porque nadie va a admitir que tampoco lo ha leído». La hipocresía, que está siempre presente en esto, parece un mal menor si, a falta de conocimiento, existe al menos el reconocimiento de la obra. Este aún sobrevive, aunque un poco esquelético, en quienes consideran clásico «el libro que tiene sección propia en todos los catálogos de citas». Pero en el siguiente paso la cortesía de citar y el adorno erudito desaparece. El libro clásico pasa entonces de ser texto a pretexto espontáneo sobre «eso que te suena de haberlo leído en alguna parte alguna vez, así sin dónde ni cuándo, porque te suena por primera vez».

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