viernes, 29 de octubre de 2010

Jétulo



A Jétulo, por favores recibidos, del cielo dice y de nosotros sus amigos, lo tenemos de túnica corta y recién cristiano. El sostiene que ya catecúmeno viejo. Hoy nos ha recibido como huéspedes en el atrio de su espaciosa villa, en lo que viene a ser su iglesia. Entre un ejército de esclavos arrodillados y contritos, lo hemos reconocido fácilmente. Es él el que se ha adelantado a ofrecernos la paz y pedirnos la voluntad, con gesto elegante y ceremonial, apoyado en las voces de su coro de ángeles humillados. Él mismo nos ha ofrecido además un trozo de pan y un vaso de vino como argumento aperitivo. Acabada la recaudación, Jétulo simplemente nos ha dado la espalda. En su cubículo lo han revestido con toga patricia para plantarse después frente a sus lares y de ahí al patio junto al estanque, donde con ademanes teatrales y la vista extraviada en el cielo, se ha encomendado al único Júpiter misericordioso, para seguir teniendo amigos y que no le lleguen tiempos peores.

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