domingo, 28 de noviembre de 2010

Terapia cosmopolita


Pasillo de la estación Passeig de Gràcia,
tomada del foro Andén 2
Al mirarse desde lejos nadie consigue tomarse en serio. Es lo bueno que tiene salir de viaje, aunque sea a territorio conocido. De verse a sí mismo de cerca, atrapado en un finísimo y delicado encaje de sensaciones y sometido en escena a feroz combate, con riesgo de la propia integridad mental, moral, intelectual, espiritual, formal e incluso material; de verse, digo, como un auténtico defensor de las integridades antedichas y de las libertades subyacentes frente a las amenazas correspondientes, se pasa a irreconocible dato cuando allá en la lejanía nos sabemos entre la estadística población como homúnculos minúsculos, y en el mundo conjunto como partículas ridículas. A los que venimos de más allá del extrarradio nos basta con bajar al metro, dejarnos ir con la marea humana, contemplar a nuestro alrededor el manso gentío y esperar a que nos sacuda el tirón del convoy que arranca para subvertir todo ese sensorio personal recalentado y vomitar con alivio el engrudo íntegro. A veces basta ganar un poco de velocidad, puestos ya en viaje, para llevar hasta el rojo vivo y solidario toda esa deriva púrpura.

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