viernes, 15 de abril de 2011

La voz de la verdad


Iglesia de San Miguel, Ayapa (Tabasco). Peachbkg/Flickr.
Decir que la voz de la verdad, o que la voz verdadera, corre peligro de extinguirse suena a catástrofe filosófica. Lo cierto es que ese suceso se avecina, aunque sus consecuencias a casi nadie importen. Es posible que la dimensión de la pérdida no sea espectacular, pero conviene tener en cuenta que hablamos de una verdad. Ninguna verdad puede considerarse pequeña, por diminuta que sea la lengua en que se exprese. Si una voz contiene la verdad, será capaz de expresar a través de ella el mundo entero. Si esa voz desaparece, el mundo cuya verdad sustenta se irá con ella.

El irónico destino ha hecho que esas voces verdaderas sean hoy dos, las de los últimos hablantes de una lengua, el ayapaneco, que desaparece, y que su verdad, aunque casi muda, esté en disputa. Dicen que tanto Manuel Segovia como Isidro Velázquez son gente reservada, dicen también que están mal avenidos y por eso no se hablan. Su lengua, la que ellos denominan Nuumte oote o la «voz de la verdad», ya no fluye y la verdad, que ambos representan frente al mundo, ha quedado en suspenso. Han decidido desoír la antigua voz que recibieron y llevarla a su final en silencio. Hay quien dice que no será gran trastorno, que era una verdad reducida, que es un mundo pequeño. Cuando su camino concluya, deberemos también concluir que sin esa mirada nuestro mundo también será un poco más pequeño.



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