viernes, 3 de junio de 2011

No hay sabio sin deudas


Lo mejor de la conocida cita del gramático latino del siglo IV Elio Donato, que aún reluce bajo la frente transparente de nuestros académicos y universitarios, es que con ella sobran todas las demás. Como encomienda no la hay mejor para aleccionar a pupilos y meritorios, sabedores de que siguiéndola serán acogidos en el confortable círculo de la complicidad. Una vez en él, tras la lectura de unas páginas y sin pedir más permiso, la mera transcripción al cuaderno de los caudales ajenos los irá haciendo dueños de toda la sabiduría editada y beneficiarios absolutos de sus rentas.

Respecto a su origen, la cita vendría de un comentario de Terencio al Eclesiastés en el que deja caer: «nullum est iam dictum, quod non dictum sit prius» (no se dice nada, que no se haya dicho ya antes). Lo que Elio Donato, según su discípulo Jerónimo de Estridón (al que se tiene por santo), reafirma con una sentencia aún más tajante:
Pereant qui ante nos nostra dixerunt, que vendría más o menos a decir Que desaparezcan quienes antes que nosotros dijeron lo que nosotros.


Coro de doctorandos y doctrinos
Para quienes transitan por los ambientes multimediáticos y estén interesados en otros detalles, añadiré que fue musicada por Galberio Mundomo, ya en el siglo XVI, como un himno. Todavía es interpretado a cuatro voces por los escolares de muchas de nuestras universidades en una ceremonia íntima y solemne de iniciación al estudio. En ella los doctores veteranos, la viva imagen de la sabiduría acreditada, interpretan las voces más graves, acompañados en otros tonos por el resto del colegio doctoral, y con los doctorandos y demás doctrinos como voces solistas. Tras la ceremonia, las futuras citas de reconocimiento de estos iniciados en sus tesis y estudios irán dedicadas exclusivamente a su padrino. Por lo demás, son libres de manejar los saberes del anónimo resto del modo más oportuno.

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