miércoles, 6 de julio de 2011

El mudo


Le coucou, François-Nicolas Martinet,
grabado en Ornithologie (1773-92)
Encargaron al mudo dar la hora. Una vez llegado el día, se presentó en la sala de espera muy serio, buscó un apartado asiento y en él se mantuvo abstraído y cabizbajo, al tiempo que dejaba enredarse una y otra vez los dedos entre sus largas y venerables barbas. Así estuvo hasta cerca de las doce. Un minuto antes se levantó y se dirigió directamente al balcón. Con su presencia, la expectación en la calle se desató, apuntando todas las miradas a las maniobras del silencioso oficiante. Pausadamente colocó una mano sobre la barandilla, mientras con la otra seguía acariciando sus frondosas barbas. Fue entonces cuando de entre ellas salió de súbito un precioso y azulado cuco. El mudo lo miró sonriente, como quien concede su venia. Cantó con ardor sublime, y hasta doce veces voló.

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